martes, 25 de diciembre de 2012

Luna Nueva

Dicen que la vida es como un tortuoso sendero, repleto de obstáculos que salvar, algunos más pequeños y llevaderos, otros más grandes y costosos. Lo más probable es que en algún momento del camino hallemos uno que marque un punto de inflexión en él, un altísimo acantilado que ponga a prueba algo más que nuestro ingenio o nuestro carisma, y que tal vez no estemos preparados para saltar. O puede que simplemente lleguemos a una encrucijada sin señalar y no sepamos qué camino nos llevará a nuestra meta. Quizá ni siquiera sepamos bien a dónde se supone que deberíamos dirigirnos.
Dicen también que, llegados esos momentos, lo importante no es tropezar y caer, sino saber levantarse y seguir adelante. A veces no es cuestión de evaluar las consecuencias que puede traer lanzarse al vacío, sino de armarse de coraje y dejarse caer, si es que al final de él se halla lo que buscamos. El miedo no puede detenernos a la hora de alcanzar nuestros sueños, o al menos no debería hacerlo.
Y es que el miedo es el peor carcelero que existe. Comienza siendo un leve temor, algo insignificante en lo que apenas reparas, y a continuación va expandiéndose en tu mente como un veneno hasta convertirse en un yugo al cuello, una presión que te oprime el pecho y apenas te deja respirar, un efectivísimo paralizador capaz de bloquear tu mente e impedirte ver tu camino hacia la meta. El miedo es un asesino lento y constante, un torturador que infringe cada vez más daño conforme el tiempo va transcurriendo, un aprisionador que al que nosotros mismos damos a luz y que nos fuerza silenciosamente y sin que apenas nos demos cuenta a construirnos la jaula en la que, si nos descuidamos, permaneceremos encerrados el resto de nuestras vidas.
La mayoría de los sueños vienen de la mano del miedo, y suele ocurrir que cuanto más grande es el sueño, más aún lo es el miedo que lo acompaña. El reto está en saber distinguirlos y separarlos para que los sueños sometan y difuminen al miedo, y no dejar que sea al revés. Ahí es donde se prueba la valía de cada hombre y mujer, el sentido que al menos yo le otorgo a la vida: saber superar nuestros miedos para alcanzar nuestros sueños y, algún día, podernos sentirnos orgullosos de quiénes somos y qué hemos logrado.
“El laberinto de la luna”, nombre que le he otorgado a este blog, es la historia de un sueño y de un miedo: el sueño de una niña de seis años que quería escribir historias y, en un futuro, poder vivir de las fantasías que ella misma creaba; y el miedo de una adolescente de catorce años de fracasar en su sueño infantil y que se quedase en eso, una mera ilusión de niña pequeña carente de sentido y futuro.
Con “El laberinto de la luna” comienzo una nueva etapa en mi vida, la etapa en la que dejo de alimentar miedos para cultivar sueños y disfrutar de los frutos que engendren. En él narraré pequeñas historias de una serie de personajes bastante distintos entre sí, y tal vez mezcle estas historias con otros tipos de relatos, quizá algún poema o puede que algo relacionado con mis gustos o mi forma de pensar.
Os invito a participar de este blog leyendo y compartiendo las fantasías de esta cabeza loca y trasnochada que tengo por compañera, y espero que os entretengan y lo disfrutéis tanto como lo haré yo escribiéndolas.
Nace por fin, después de varios meses gestando la idea, “El laberinto de la luna”.
Un saludo a todos y… ¡Ah! ¡Feliz Navidad!

3 comentarios:

  1. Me gusta lo que escribes. Nunca temas al fracaso, en la vida no cuentan las caídas, sino las veces que seas capaz de levantarte y perseguir tu sueño.
    Dentro de unos años presumiré de ser el primer seguidor de tu blog.

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  2. Cosas como esta son por las que merece la pena seguir levantándose tras las caídas. No te imaginas lo que me alientan tus palabras y la ilusión que me hace que te guste. ¡Muchísimas gracias!

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  3. Bicho, sigue así. Fan incondicional de tu blog y de tu persona.

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